La irrupción de los formatos digitales, la llegada de los smartphones, el boom de las redes sociales y el fin de la época dorada de la publicidad han marcado un antes y un después en el ámbito de la comunicación, provocando un cambio de paradigma. Ante esta situación, los profesionales del sector han tenido que adaptarse y amoldarse a una nueva realidad, dejando atrás ciertas prácticas que han caído en desuso por su falta de efectividad o bien acomodando otras tantas.
Llegados a este punto, nos encontramos frente a un gran desafío: ofrecer un discurso periodístico de calidad ante un escenario en el que predomina la saturación informativa. Así pues, a sabiendas de que la infoxicación está a la orden del día y merma nuestra capacidad de atención, hay que darle una vuelta de tuerca y determinar muy bien cuál va a ser la estrategia de comunicación que vamos a seguir, paso a paso. Si ésta se elabora de forma correcta, atendiendo a las necesidades del cliente y enfatizando sus puntos fuertes, lograremos convertirnos en una fuente de referencia, fiable y veraz de cara al periodista.
Para ello, el primer paso es huir de la premisa “enviar materiales masivamente para salir a toda costa”. Antes de empezar a comunicar hay que realizar un arduo trabajo de background para determinar a quién le puede interesar la información que vamos a aportar y a quién no. Hay que huir del envío de comunicados masivos y recurrentes a grandes audiencias y apostar por una segmentación del público al que va dirigido nuestro mensaje. De esta manera, las probabilidades de que dicho contenido despierte interés serán mucho más elevadas.
Para evitar que los periodistas ignoren materiales como las notas de prensa -uno de los recursos más frecuentes y habituales para los profesionales del mundo de la comunicación- hay que tener muy presente que no todas las noticias merecen cobertura mediática. Debemos tener muy claro cuál es el mensaje que queremos transmitir y desde qué punto de vista queremos enfocarlo. Esto, entre otras cosas, determinará nuestra credibilidad y una parte de nuestro éxito mediático a medio y largo plazo.
Lo mismo ocurre con los canales de comunicación y es que no todos son válidos o, mejor dicho, no se ajustan al cliente o la empresa en cuestión. Teniendo en cuenta que vivimos en una sociedad hiper digital, en la que el espacio y el tiempo transcurren a otro ritmo, se proclama la instantaneidad a todas horas y constantemente surgen nuevos medios de comunicación, no debemos caer en el error de hacer uso de todos los canales que existen. Al contrario, hay que ser conciso y coherente, realizando una criba con criterio para seleccionar cuáles son los que se adecúan y van en sintonía con la audiencia clave a la que queremos llegar. En pocas palabras: la calidad prevalece sobre la cantidad.
Ofrecer información de calidad, segmentar la audiencia y filtrar los canales y medios es la base para asentar una estrategia de comunicación sólida, eficaz y fructífera.
