En una agencia de comunicación formar un equipo no es tarea fácil. Y en un mundo tan móvil como el nuestro, vivo y con cambio constante, esto pasa por tener una buena política de fichajes, como si de un club de fútbol se tratara.
Y como un equipo de fútbol, es clave tener cubiertas todas las posiciones. La portería, la defensa y el ataque deben estar bien equilibradas: de nada sirve tener a muchas personas que son unas cracks en lo mismo si luego tienes déficits en otros ámbitos.
A partir de ahí, llega la parte difícil, saber encontrar a estos perfiles. En un mercado laboral tan saturado, donde existen muchas personas válidas a priori para un puesto, y al publicar una oferta en LinkedIn llegan tantas respuestas, es esencial dominar el proceso de selección.
Y en los procesos de selección existen dos pasos fundamentales: el filtrado de los currículums y las entrevistas.
¿Fiarse de un CV?
Lo primero que nos entra por los ojos a la hora de elegir a un posible candidato es su currículum, un resumen de su trayectoria profesional. El currículum ha sido y será el documento primario esencial previo, de filtrado para delimitar si el perfil nos encaja.
Sin embargo, la profesionalización de los currículums hace que paradójicamente, sea cada vez más difícil fiarse de su contenido. Estéticas muy cuidadas, vídeos de presentación, grandes anexos…todo ello es agradable y puede seducirnos, pero es probable que no sea oro todo lo que reluzca.
Todo pasa por la imagen. El currículum es la imagen que se quiere proyectar de uno mismo. Fruto de ello hay exageraciones del contenido, la clásica opción de “exagerar” el nivel de idiomas, pero también se pierden muchos matices de aquellas personas que no saben “venderse” bien. No por ello son peores profesionales. Quizás mejores.
Trabajamos en un mundo donde la imagen es esencial. En ello reside el valor de la comunicación, en cómo hablamos, en cómo intercambiamos, pero sobre todo en la imagen que el resto tienen de nosotros.
Podría parecer que un currículum, al ser pura imagen podría favorecer a nuestro mundo, pero lo cierto es que la necesidad de destacar en un mercado saturado hace que los más llamativos no sean los mejores profesionales…sino los que mejor se vendan.
Y en ese punto es donde entran y se ponen en valor las entrevistas de trabajo.
El valor de las entrevistas
Por eso mismo, en este mundo, donde la imagen cuenta tanto, donde un currículum puede engañarnos por completo, es vital el papel de las entrevistas de trabajo. En una entrevista es donde podemos comprobar si hay gato encerrado o de verdad ese currículum que nos ha impresionado tanto es ideal para nuestro proyecto.
¿Y cómo hacer una buena entrevista? La respuesta es sencilla: horas de vuelo. No siempre hay que tocar las mismas teclas, ni siempre hacer las mismas preguntas. En muchas ocasiones es mejor seguir un instinto que un pensamiento racional y las vibraciones que nos traen los candidatos son con frecuencia, la puerta de entrada.
Un currículum se puede adaptar a un puesto, pero rara vez te puedes preparar de antemano para una entrevista. No todas son iguales y no todos los interlocutores lo son. Se puede tener más experiencia o menos respondiendo preguntas, pero el feeling que nazca de estas reuniones es difícilmente anticipable.
Con esto no queremos decir que haya que despreciar a los currículums. Todo lo contario. Hacen la necesaria labor de filtrar a los candidatos y a sus motivaciones. Lo ideal sería poder entrevistar a cada persona que solicita el puesto, pero la realidad es que no existe tiempo material y en algún punto hay que hacer la criba.